Vaya por adelantado que soy un firme europeísta y un convencido defensor del modelo de franquicia. Pero los últimos acontecimientos y en particular, el inesperado BREXIT, me han llevado a realizar algunas reflexiones en relación al paralelismo entre la Unión Europea y el modelo de franquicias, y no necesariamente con el resultado que me hubiera gustado.
En efecto, la Unión Europea surge de una gran idea lanzada por Robert Schuman en su famosa declaración de 9 de mayo de 1950, en la que propone la creación de una gran organización abierta a todos países de Europa que quieran participar en ella para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de la paz. Mediante la firma de un tratado, una autoridad independiente establece unas normas y procedimientos de obligado cumplimiento para todos sus miembros en vistas a la consecución de esos objetivos.
Las similitudes entre la Unión Europea y el modelo de franquicia son evidentes: partes jurídicamente independientes, mediante la firma de un acuerdo, establecen una colaboración por la que una de las partes aporta una imagen común (la “marca” UE), un saber hacer que se concreta en unas reglas de funcionamiento de obligado cumplimiento para todos y un apoyo permanente a través de sus instituciones, todo ello con el fin de conseguir unos objetivos comunes.
Sobre la base de un concepto exitoso durante muchos años, gracias al cual Europa ha vivido un periodo de paz y prosperidad como nunca había conocido antes, la UE, en su calidad de “franquiciador”, ha cometido algunos errores importantes, que a veces también podemos identificar en algunas cadenas de franquicia, entre los que destacaría los siguientes:
- Indefinición del modelo de negocio
Si bien la UE (en su origen, CEE) nace con un modelo claro, el mercado único, la incorporación de nuevas “líneas de negocio” sin estar suficientemente definidas y experimentadas (política exterior y de seguridad, empleo y políticas sociales, moneda única…) han ido deteriorando, poco a poco, la eficacia y el atractivo del modelo inicial hasta poner en tela de juicio el propio modelo. Los “franquiciados” y “los consumidores finales”, es decir, los Estados miembros y los ciudadanos, no perciben con la suficiente claridad las ventajas que conlleva pertenecer a la UE. Buena prueba de ello es el manifiesto desinterés con el que los ciudadanos participan en las elecciones europeas, siempre varios puntos por debajo de cualquier elección nacional.
- Crecimiento excesivamente rápido y deficiente selección del franquiciado
Parece que los intereses económicos a corto plazo han primado sobre un crecimiento responsable y ordenado, admitiendo en el seno de la UE países que no reunían las condiciones necesarias para ello. Su incorporación a la UE ha sido, a la larga, una fuente de problemas y ha deteriorado la imagen de marca. Cabría preguntarse aquí también qué ha pasado con la “formación”, tanto inicial como continua, que parece que ha brillado por su ausencia.
- Una central mal estructurada e ineficaz
Probablemente, una de las cuestiones más graves. Las instituciones europeas (la “central”) no han dado las prestaciones esperadas y tanto los Estados como los ciudadanos las perciben alejadas, ineficaces y caras. En consecuencia, algunos países se plantean si el “canon de entrada” y los “royalties” que pagan están justificados.
Esta falta de aportación clara de valor creo que ha sido la causa fundamental del Brexit, como pasa con cierta frecuencia en la franquicia. El “franquiciado” percibe que le puede ir mejor fuera que dentro, que ya ha obtenido las ventajas que podía aportar el modelo y que no tiene sentido seguir pagando royalties, así que decide seguir su camino por sí mismo. ¿Tiene la UE prevista una “cláusula de no competencia” para estos casos o finalmente el Reino Unido, después de estar “medio dentro” ahora va a estar “medio fuera” y va a seguir beneficiándose del sistema? Por otra parte, vemos como el ejemplo del Brexit puede tener un efecto negativo en la “cadena”, al propiciar que otros miembros se replanteen su pertenencia a la misma o la renegociación de sus condiciones.
- Falta de disciplina y control
La UE no ha sabido o no ha querido supervisar la correcta ejecución del modelo y, con el paso del tiempo, hemos descubierto que determinados países incumplían gravemente sus obligaciones. Más allá de la responsabilidad de cada país, es la UE como “franquiciadora” la responsable última del correcto cumplimiento de sus propias normas en garantía de todos. Por otra parte, la existencia de países que sólo aplican en parte el sistema ha generado continuas tensiones y agravios comparativos que con el tiempo no han hecho sino agravarse, como hemos tenido ocasión de comprobar recientemente.
- Comunicación insuficiente
Sinceramente, creo que el “departamento de marketing” de la UE ha fallado estrepitosamente. Las ventajas de pertenecer a la UE son indiscutibles y responden en gran medida a las exigencias de un mundo cada vez más globalizado e interdependiente. Sin embargo, no parece que esa sea la percepción de sus miembros y mucho menos de sus ciudadanos, que en ocasiones sólo perciben las desventajas.
Como decía, soy firme defensor de la UE y también del sistema de franquicias, pero como sucede en este modelo de negocio, el franquiciador tiene la obligación de hacer evolucionar permanentemente su modelo de negocio para dar respuesta a las exigencias del mercado y satisfacer las necesidades de los clientes. Esperemos que la UE actúe como un buen franquiciador y sea capaz de conseguir los objetivos que anhelaba Robert Schuman: la paz y la prosperidad de Europa.
Prudencio Martínez-Franco es abogado, miembro del Comité de Expertos de la AEF y Master en Comunidades Europeas por la Universidad Libre de Bruselas